Del fútbol generalmente se dice que es “pan y circo” o que “la ignorancia aplasta a la cultura”. Estas afirmaciones parecen estar bien fundadas, pues no se puede negar la presencia de los medios de comunicación y con ello una manera de controlar y entretener a las masas. Eso está más que claro, ¿pero el futbol es sólo eso?
Ya veremos que la respuesta es no, y para sustentar esto hay que dejar esos prejuicios y peguntarnos ¿en qué se funda la identidad del aficionado de cualquier equipo de fútbol? Dar respuesta a esto es el objetivo de las siguientes líneas, para ello partiré de un breve ejercicio que sucede cuando menciono a los siguientes equipos de futbol: Real Madrid, América, Barcelona, Chivas y Manchester United, por un lado; pero enseguida menciono a otros clubes tales como: Boca Juniors, Atlas, Athletic de Bilbao, Pumas y Roma. Por último, nombrare a Tapachula, Colorado Rapids, “Bravos” de Ciudad Juárez, Real Salt Lake y a los Xolos de Tijuana.
El ejercicio radica en lo familiar que puede sonar uno u otro equipo, para el primer grupo he de suponer que la mayoría de ellos son familiares para cualquier aficionado, incluso para quien no lo es. Esto se debe a la mediatización de esos clubes, ¿quién no ha escuchado de CR7 o sobre el “Chicharito”? O peor aún, ¿quién no ha leído el eslogan “ódiame más”? Como es posible observar, es más sencillo ubicar a estos clubes. Repito, sin tener algún interés en el fútbol, todos hemos visto algún comercial que haga alusión a ellos.
La cosa cambia cuando entramos al segundo grupo, si bien es claro que siguen siendo reconocibles por lo mediático de sus nombres o jugadores, pienso que ahora sí el aficionado al fútbol puede triunfar ante el que no lo es, pues estos obviamente tienen un sponsor, pero son generalmente reconocidos por lo que en el argot futbolístico se le conoce como “mística”,[1] en la que radica la identidad del aficionado. Para él estos nombres resaltan por aspectos que no responden necesariamente a jugadores sino a instituciones, pues del Athletic de Bilbao dirían “solo juega con vascos”, de la Roma se mencionará que es el equipo de la capital y hogar del eterno capitán Totti, de Boca Juniors se dice es el equipo popular y enemigo del millonario River Plate, y de Pumas que representa a la máxima casa de estudios de nuestro país.
Por último tenemos a los clubes recién creados, tomé por practicidad los casos de la liga de Ascenso MX y de la MLS, pues qué más reciente que ésta última, y en el mismo reglón, no hay cosa más efímera que la liga de Ascenso. El punto es que estos clubes difícilmente nos suenen conocidos, al menos claro que se radique en el lugar donde jueguen o se sea su seguidor.
La razón de este ejercicio es la de aclarar lo necesario que es la identidad dentro de una escuadra de fútbol y cómo ésta se vuelve un diálogo entre la institución o Club y el aficionado o hincha, dándole un giro a la función del equipo. Así, nos surgiría tal vez la misma pregunta que plantea Antezana: “¿Cómo vivimos el fútbol? […] Mi sospecha es que fundamentalmente lo vivimos verbalizándolo. Dicho de otra manera: vivimos hablando ‒sea como sea‒ de él y de sus avatares”.[2]
Claude Levi Strauss y Cliford Gertz señalan que la comunicación y el lenguaje son elementos fundamentales en las sociedades, además, dentro de ellas, existen aspectos que son asimilados y repetidos para generar una interacción e identificación en el pensamiento para posteriormente ser proyectados a su realidad. De modo tal que una identidad, siguiendo una operación mental, se construye de la siguiente manera: donde a la cabeza encontramos a la institución o Club, es decir, directivos y dueños, si a esto le sumamos a los jugadores, el resultado es la identidad o mística, la cual se apropiaron y difundieron los aficionados o hinchas.
Siguiendo este esquema es momento de hablar de cada una de sus partes, la institución no solo se encarga de la parte comercial, deportiva y administrativa, también es la que dicta qué es lo que representa el club. ¿Cómo lo hace? Por fortuna contamos con una infinidad de ejemplos, pero sólo nos ocuparemos de dos en esta ocasión: América y Pumas.
Ambas instituciones mexicanas cuentan con una identidad bien definida, ya que podemos observar un discurso constante en ambos casos. Tomemos como punto de partida el eslogan “ódiame más” (qué mejor manera de representar al Club América que esto), el mensaje que se encuentra detrás ha moldeado la identidad del americanista, que por lo general es tachado de arrogante, agresivo y por demás egocentrista, cosa que no disgusta a los aficionados al Club.
Por otro lado tenemos a Pumas, una institución más hermética, su identidad no se funda en la presunción o en su poder adquisitivo y se nos presenta como un Club humilde y mesurado, en pocas palabras educado, lo que parece lógico pues representa a la UNAM, cosa que, hay que reconocer, es un elemento discursivo, pues podemos afirmar que el grueso de los aficionados pertenecen, estudiaron o pasaron en algún momento por la universidad.
Ahora ambos casos nos demuestran que primero hay que moldear el “qué” antes del “cómo”. De este último se encargan los jugadores, ya que una vez definido el mensaje que se pretende dar, hay que buscar a quienes lo transmitan, cosa no menos importante pues no ha sido tarea sencilla para nuestros dos ejemplos.
Infinidad de jugadores han pasado por estos clubes, pero pocos pueden representar su identidad, por dar algunos ejemplos para el caso americanista encontramos a Tena y a Reynoso, y recientemente, a Sambueza, Arroyo y Aguilar, ellos representan la identidad del Club; por otro lado, en Pumas se pueden mencionar a Cabinho, al “Tuca” Ferreti, a Hugo Sánchez (pese a su paso por el Club América), y en la actualidad, a Darío Verón, a Cortez y Eduardo Herrera como encargados de la identidad de Pumas (estos dos últimos por ser canteranos más que por recorrido, hay que aclarar).
Es así como llegamos al aficionado, mismo que se impregna de la identidad gracias a lo que observa en la cancha, porque mas allá de las gambetas y los goles, es la actitud del jugador la que termina por enganchar al aficionado, iniciando una relación de imitación e identificación social, de la cual se forman grupos bien definidos que se enorgullecen de decir soy de tal o tal club, claro ejemplo de esto son las famosas barras. Podemos resumir esto con la siguiente analogía entre fútbol y comunicación: diría que la institución es el emisor, el jugador es el mensaje y el aficionado es el receptor.
Entonces la identidad en el fútbol se vuelve un juego mediático y discursivo; pero en un nivel más profundo significa una forma de organización social, pues más allá de la posición económica, cuando el aficionado se impregna de una identidad se crea un vínculo que se funda en otros aspectos, caso sólo comparado con los nacionalismos. Por último hay que decir, que no se trata de descubrir el hilo negro sino de esclarecer al tejido en su totalidad, no pretendo negar el control que existe por parte de los medios de comunicación ni mucho menos, mi finalidad es dar un justo lugar a las actitudes de un grupo de personas que gritan al unísono, pues ser un aficionado también es una expresión cultural que debe y puede ser comprendida.
Referencias
[1] Aclarando que el primer grupo de equipos también cuenta con una mística solo que posiblemente no es lo primero que piense el aficionado al fútbol. Eso se lo dejamos a los hinchas o seguidores de estos Clubes.
[2]Antezana J., Luis H.,” fútbol: espectáculo e identidad”, en Futbologias: Futbol, identidad y violencia en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2003, p.8
(Ciudad de México) Estudiante de octavo semestre de la licenciatura en Historia por la FES Acatlán. Enfocado en los estudios sobre Historia del deporte, Historia cultural, Historia de la infancia y publicaciones periódicas.
Mail: maku_r@hotmail.com