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#DesentrañandoLa4T: Los ‘enemigos’ del Presidente

¿Qué son los fifí?

Fantoches, sabelotodo,

 hipócritas, doble cara.

Eso son.

―Andrés Manuel López Obrador

El 1 de julio del 2018, México vivió un hecho sin precedentes: comicios presidenciales que arrojaron a Andrés Manuel López Obrador como el absoluto ganador, con el 53 por ciento de los votos.

El candidato que había sido “despojado” del triunfo en dos elecciones anteriores finalmente saboreaba la victoria, encumbrado por un “pueblo bueno y sabio” sediento de cambio y de justicia tras la pésima actuación de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, cuyas administraciones elevaron la violencia y desigualdad a niveles escalofriantes.

A más de 100 días del gobierno de este personaje providencial y caudillesco, que con arengas y promesas se embolsó millones de sufragios, pareciendo a muchos el más capaz para resolver nuestros problemas, sorprende y preocupa que continúe alimentando esa polarización que le llevó a la victoria, que siga inflamando la idea de los oprimidos contra los opresores.

No hay día que no riña, confronte, separe, ataque, eluda, agreda, anatemice, etiquete y exacerbe su eterno conflicto con “la mafia del poder”, los conservadores, el antiguo régimen, los neoliberales y neofascistas, los prianistas y, sobre todo, los fifís, la PRENSA FIFÍ, en particular. Una confrontación que se refleja en redes con multitudes de seguidores que “guardan las espaldas” del Mandatario ante los ataques de aquellos que parecen estar a la espera de cualquier error, cualquier tropiezo ―que no han sido pocos―, para confirmar sus augurios catastrofistas. O al menos así lo ven los obradoristas.

"Cajón de sastre", Paco Calderón.

“Cajón de sastre”, Paco Calderón.

Y es que el Presidente ha implantado entre la población la premisa de que quien no esté de su lado, está en su contra, llevado a un total extremo que pone en riesgo cualquier intento de crítica a sus planes y desempeño. Pareciera que los años que pasó sumergido en la Oposición lo acostumbraron a hacer política desde el más riguroso antagonismo, con la polarización como su zona de confort, habiendo en su tablero político sólo leales o adversarios. La elevación del conflicto como centro de la supervivencia democrática, en términos de Chantal Mouffe, autora de Por un populismo de izquierda.

Un escenario en el que el diálogo, imprescindible en cualquier democracia que se jacte de serlo, se va acotando cada vez más, pues es imposible que alguien diga algo que no sea favorable para el Gobierno sin que lo tilden de conservador, de fifí. Un hervidero inagotable de controversia y conflicto donde la prensa libre y crítica es desacreditada desde el más alto nivel, difamada, como hace unos días, cuando López Obrador acusó falsamente que el periódico REFORMA silenció escándalos de corrupción en la década de los noventa.

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“La estigmatización y la criminalización incrementa la vulnerabilidad y los riesgos a los que se enfrenta el periodismo, y, señor Presidente, el horno no está para bollos”, dijo esta semana Ana Cristina Ruelas, directora de Articulo 19, organización civil dedicada a la libertad de expresión.

“Usted gobierna para todos, para quienes lo apoyan y también para quienes no; para sus aliados y detractores, para los medios que lo elogian, y también para quienes lo cuestionan”.

Inquirido sobre sus constantes señalamientos y descalificaciones a la “prensa fifí”, López Obrador ha asegurado que no hay rencor ni odio, sino que se trata de su “derecho de réplica”.

“Antes, como no tenía autoridad moral el gobernante, cualquier periodista lo ninguneaba, y no podía responder porque le sacaban sus asuntitos. Yo tengo autoridad moral, por eso, cuando estoy viendo que hay una actitud tendenciosa de la prensa, porque eso no tiene nada que ver con la polarización, siempre ha existido una prensa conservadora, una prensa fifí, yo no inventé la prensa fifí, se usó para caracterizar a quienes se opusieron al Presidente Madero, fueron quienes quemaron las casa de los Madero, quienes hicieron una celebración en las calles cuando asesinaron atrozmente a Gustavo (sic) Madero.

“Pero también tengo el derecho de expresarme y manifestarme y que no se entienda que es una cuestión de odios y rencores, es decir, fuera máscaras. No aparentes ser liberal, independiente, libre, cuando eres un conservador que estás defendiendo a grupos de intereses creados y que estás al servicio de quienes no quieren que en el País haya un cambio, que fuiste siempre aplaudidor, que quemaste incienso a los que se dedicaban a saquear a México”, ha expresado, con magistral sintaxis…

No obstante, a raíz de sus reiterados ataques, las conferencias mañaneras rara vez incluyen preguntas difíciles. A menudo son seguidillas de elogios al Presidente disfrazados como preguntas, y frecuentemente planteados por medios muy poco conocidos o prácticamente inexistentes. Aún así, el tabasqueño sugiere que la libertad de prensa está garantizada.

“Que se respete la libertad de prensa, la libertad de expresión, eso va a ser una constante del Gobierno respecto a la crítica, el derecho a disentir. No sólo eso, el apoyo para que se pueda ejercer el periodismo sin miedos, sin amenazas, proteger a los periodistas, evitar todo tipo de censura, eso se garantiza, sin ningún problema.

“También que se entienda que son diálogos circulares, son mensajes de ida y vuelta, y que se debe de permitir el derecho de réplica; la autoridad tiene también el derecho de informar, orientar, argumentar, defenderse. Yo les digo a los de la prensa conservadora prensa fifí, por ejemplo, pero no es un insulto, es señalar que existe una prensa conservadora que no les gusta que se haya llevado a cabo un cambio en el País porque ellos forman parte del antiguo régimen. Eran, para decirlo coloquialmente, con todo respeto, alcahuetes”.

Es grave que una figura de la talla del Ejecutivo federal se refiera así a quienes, en su labor de informar, han expuesto que sus funcionarios ocultan propiedades, que carecen de la preparación necesaria para ocupar un cargo, que las políticas implementadas sugieren un retroceso, o que desde lo alto se orquestan y financian ataques con ejércitos de bots a opositores al Gobierno.

Los contrapesos son  fundamentales para promover la rendición de cuentas y la participación ciudadana, así como para prevenir abusos por la concentración de poder. Al Presidente que acusa un conservadurismo voraz en su contra, pero que no puede con temas como la homosexualidad, el feminismo y la igualdad de género, se le olvida que “un gobierno de izquierda debe ofrecer las mejores oportunidades para ser criticado” ―en palabras de Juan Villoro―.

Al Mandatario que acusa hipocresía en la prensa fifí, aunque cuestionado de frente por René Delgado ―periodista estrella de REFORMA― le dijo “tú eres diferente, tú eres mi amigo”, se le olvida que también es el Presidente de los que lo cuestionan, lo presionan, le chiflan y lo abuchean.

Si hoy día, que la popularidad del tabasqueño ronda el 78 por ciento, se vive este clima de intimidación contra los periodistas críticos, ¿qué pasará cuando disminuya al 30 o 40 por ciento, como probablemente pasará cuando se quede sin dinero para promover aumentos salariales y regalar en sus programas sociales?

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