Disney, una de las más grandes compañías fílmicas de los últimos tiempos —si no es que la mayor—, se ha preocupado en propagar valores e ideología de paz, inclusión racial, libertad e igualdad de género —por mencionar algo— dentro de sus personajes y películas.
La casa de Mickey Mouse comenzó a trabajar, tal cual como Disney, a partir de la década de 1930. Fue hasta el decenio de 1990 cuando tuvo su mayor número de estrenos del siglo XX: 76 películas, incluídas éxitos clásicos como Hércules, Aladdín, El Jorobado de Notre Dame, Mulán, La Bella y la Bestia, entre otros. En este lapso aparecieron los primeros live action de El libro de la selva (1994) y 101 Dálmatas (1996), dos películas presentadas durante la década de los sesenta, y que luego de cuarenta años tuvieron gran éxito.
Hasta 2010, Disney decidió volver a los live action con Alicia en el país de las Maravillas, dirigida por Tim Burton, y que entro de la lista de las películas más taquilleras de este emporio ocupa el lugar 19. En el listado aparece en la novena posición La Bella y la Bestia (2017), cuya inversión fue de 160 millones de dólares y recaudó arriba de mil 263 millones de dólares; en la 22, El libro de la Selva (2016), y en la 24, Aladdín (2019)[1].
¿Por qué una compañía que cimentó su imperio con animaciones decide hacer live action? El público objetivo de Disney es principalmente infantil o familiar, mas estos nuevos filmes no le son tan atrayentes a las generaciones que van de 1970 al 2000, pues han crecido y sus intereses en cuanto a entretenimiento son más complejos. Sus mentes ya no son tan maleables, aunque sí conoce y ha adoptado diversas ideologías. Un modo de hacerlos retornar a las salas de cine es mediante la nostalgia de ver las películas de su infancia. Es probable que este individuo de entre los 20 y 40 años no vaya solo o en pareja, sino que lleve un niño consigo —que sí tiene mente moldeable—.
Es el plan perfecto para que ningún cliente se le pueda escapar. Playeras de los filmes animados, vasos, termos y toda clase de memorabilia son el anzuelo magistral para regresar a la infancia. Este mercado, y patente moda comercial, pretende reavivar esa época ingenua e infantil con la garantía de embolsarse cuantiosas ganancias a lo largo y ancho del planeta. De igual manera invade y coloniza este tipo de películas con elementos contemporáneos[2]. He ahí el por qué la generación que creció viendo esas cintas protesta al enterarse que el live action de La Sirenita (1989) será protagonizado Halle Bailey, cantante afrodescendiente.
Sería superficial tratar el tema por el lado del racismo. Es más que cierto que Disney realizó producciones que actualmente serían consideradas racistas, cuyos personajes o escenas fueron eliminados, o simplemente las películas son imposibles de conseguir en copia física —la más famosa por este tema es Song of the South (Canción del Sur)[3]; sin dejar de lado la propaganda que hubo durante la Segunda Guerra Mundial en contra de los japoneses, o los encuentros con nativos americanos, por mencionar unos cuantos—. El trasfondo de esto no es que Disney haya recapacitado sobre sus producciones. Hay que tener en cuenta que el horizonte cultural de las películas que hoy juzgaríamos como “políticamente incorrectas”, en aquella época simplemente carecían de las categorías o perspectivas con suficiente peso en la sociedad. Además, Disney buscaba realizar filmes familiares tras los duros momentos de la Segunda Guerra Mundial; no había la misma sensibilidad hacia el racismo como lo hay hoy en día. Los movimientos y discursos antiracistas comenzaron entre los años de 1955 y 1968 —que fue el tiempo de activismo de Martin Luther King y Malcolm X, así como el nacimiento de la organización Black Panthers—, y que en las siguientes décadas cobraron más fuerza. Disney decidió retirar Song of the South hasta 1970, pero la proyectó en 1972, 1980 y 1986, siendo éste el último año en que fue presentada al público. Su copia VHS se distribuyó en muy pocos países.
En resumen, ante el contexto de sensibilización racial que comenzaba a darse por aquellos años, Disney modificó sus películas y el contexto de ellas debido a la pérdida de clientes que le representaría, además de la importante producción que ya poseía, mas no porque haya “enmendado el camino”. El público familiar que pretendía acercarse, en Estados Unidos, es multirracial. De igual manera, la idea era poder transmitir los valores de la sociedad estadounidense, de tal modo que no podían hacerlo sin eliminar aquello que pudiera causar controversia, pero también debían mantener al público de acuerdo con las ideas del momento.
Sucede lo mismo en la actualidad. Disney realiza live actions de sus películas clásicas para atraer al público antiguo y le añade los nuevos valores sociales, principalmente estadounidenses. Tal es el caso de Aladdín, en la cual el personaje de Jazmín de 1992 cambia radicalmente en 2019, pasando de ser una princesa berrinchuda y caprichosa protegida dentro del palacio por orden del Sultán, en búsqueda de libertad individual —un factor común en la producción del decenio— y fungiendo, a su vez, como objeto de cambio para que su futuro esposo pudiera ascender al sultanato; a una princesa con pretensión de acercarse a su pueblo —apuntalando al republicanismo— con empoderamiento político y social. Es decir, una princesa feminista, lo cual contrasta totalmente con las sociedades musulmanas.
Pareciera ser que, tras una crisis de pérdida clientelar, es imposible representar con éxito el “mundo ideal” contemporáneo, de forma tal que tienen que recurrir a la nostalgia cinematográfica de los noventa.
Es decir, estos remakes no tienen la intención de apegarse a sus versiones pasadas, mucho menos a las historias literarias originales de las que provienen muchas de ellas. Su objetivo es “reescribir los cuentos originales a una versión particular con valores americanos”[4]. Esta industria cultural se ha dedicado a difundir una moral estadounidense/occidental que se ha distribuido a lo largo y ancho del planeta. Es aquí cuando la disneyization funge como el fenómeno difusor de principios burgueses en diversos sectores y países[5]. Aunado a lo anterior, hay quienes toman postura al decir que están o no de acuerdo con que la nueva sirenita sea afrodescendiente. Por un lado, están los que se dicen nostálgicos al decir que les están “destrozando sus recuerdos de la infancia”; por otro, los que aplauden que Disney haga películas incluyentes. Las dos posturas son productos de una ideología occidental de la que Disney se sirve para intentar darle gusto a todos al igual que mantener su clientela.
Disney, a través de su plataforma “freeform”, emitió un mensaje en donde defendió su decisión sobre haber escogido a Halle Bailey como la sirenita[6], en principio, por ser un personaje ficticio. Argumentó también que el mar es un lugar en donde se puede dar el libre tránsito y que la gente danesa también puede ser negra. Si el receptor es incapaz de comprender tales razones para elegir a esta celebridad que interpretará a Ariel, entonces no es un nostálgico, si no un racista, sostuvo. Y finalizó con la sentencia “Pobres almas en desgracia”, que remite al clásico tema que una animada versión marina de Divine interpretara en esta cinta.
En realidad, lo que está sucediendo es que Disney representa una cultura dominante con valores que hasta cierto punto nos son ajenos, pero que se nos ha sido impuesta a través de caricaturas “inocentes y de aventuras” que permiten dejar lecciones de vida. Transmite una ideología con la que todos tenemos que estar de acuerdo, que no tiene nada que ver con los conflictos reales, desde una industria cultural —como lo es Walt Disney Company— que de manera lúdica y sencilla pretende reproducir un mensaje sobre cómo el mundo debería ser, y que no para todos los contextos sociales y políticos aplica.
“Pobres almas en desgracia” victimas de la hegemonía estadounidense.
REFERENCIAS
[1] Existen listas que arrojan las diez o quince películas más taquilleras de Disney. Sin embargo, Wikipedia tiene los datos actualizados con recaudaciones. Wikipedia, “Anexo: Películas con las mayores recaudaciones de Walt Disney Studios” Última actualización 14 de julio de 2019. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pel%C3%ADculas_con_las_mayores_recaudaciones_de_Walt_Disney_Studios
[2] Jameson, Frederic, “El posmodernismo y la sociedad” en El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998” 1ª ed, Buenos Aires, Manantial, 2002, pp.22-26.
[3] Song of the South fue uno de los primeros éxitos de Disney. Dicha película se basa en la historia del Tío Remus, un esclavo afrodescendiente que estuvo en plantaciones sureñas y le va contando sus historias a un niño blanco, aunque resalta estereotipos sobre la comunidad afroamericana. Esta película recibió muy buenas críticas y las protestas que hubo fueron tomadas por hipersensibles. Miguez Lopez, Maria, A Cuarta Parede “Canción del Sur, el film fantasma de la Disney”, 12 de noviembre de 2011, consultado el 14 de julio de 2019 http://www.acuartaparede.com/es/song-of-the-south/
[4] Ward, Annalee R., “Disney, Film and Morality: a beginning, en Mouse Morality. The rhetoric od Disney Animated Film., 1ª ed., pp. 2-3.
[5] Bryman, Alan, “Chapter One. Disneyization” en The Dinseyzation of Society, 2004.
[6] E.cartelera, “’La Sirenita’: Disney defiende la elección de Halle Bailey como Ariel”, último acceso 18 de julio de 2019, https://www.ecartelera.com/noticias/la-sirenita-disney-defiende-eleccion-halle-bailey-ariel-55047/

Kathia Jiménez originaria de la Ciudad de México es pasante de la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, realizó una pequeña estancia en California State University Long Beach. Su principal interés son temas sobre historia de la cultura en México.